No somos tan Malos

Huimos cada día hasta del simple hecho de opinar; no como la gente de “La Luciérnaga” que, se les abona quieren tomarse la cosa con humor (pero con pésimos resultados), no sobrepasan los límites de la ironía en sus formas más simples. También huimos de reflexionar, que viene siendo como el origami del raciocinio, el plegarse de la ideas dentro de la mente.

En vez de eso nos envolvemos en la rutina, en nuestro círculo familiar, en nuestros amigos, en los fines de semana de bares, en lo que estudiamos. Con la premisa de nunca volver la mirada hacia el lado, en ignorar al otro, en mirar siempre al frente e ir hacia delante y hacia arriba. Hemos ido perdiendo poco a poco cualidades como la camaradería (pero sin ser chancuqueros), el saludar al conciudadano que pasa a nuestro lado; nunca se le pregunta a un desconocido, con cara de abatido, que vemos en un lugar público, si se le puede ayudar en algo o ¿qué le pasa?

Es cierto, en nuestro entorno muchas veces prima el temor y el miedo. Nos calan en la sangre las historias de vecinos y conocidos que conocían a alguien que le hicieron no sé que brutalidad para poderlo robar, etc. Este coexiste con los temores al fracaso, la soledad, a que nos hieran los sentimientos, etc.

Pero, ¿esto justifica el hecho de volcarnos hacia el egoísmo o al egocentrismo?, cada cual vale tanto por su individualidad, pero por eso mismo debe respetar las decisiones de las demás personas.

Hacer de esto una cruzada es casi una guerra perdida, un amor imposible, mas aun teniendo en cuanta la presión de los medios y es que el consumismo, aunque es tema aparte, no está tan lejos del tema.

Pero hoy quiero apelar al buen corazón de los que conozco para que por lo menos una vez al año (cosa que no hace daño) para que compartamos nuestras tristezas y alegrías con gente extraña, porque en el fondo no somos tan malos.

PD: Por favor no enviar en cadenas de correo electrónico a sus amigos.